TEMA 2
Lo que no va en la liturgia
1. Parodias, nunca en la liturgia
Parodia es usar una parte de algo que ya estaba hecho y sustituir esa parte con otra, para darle otro sentido
diferente del original. Cuando nosotros escuchamos la “musiquita” de tal o cual canción, nuestro cerebro
inmediatamente se conecta con el original, nos revela enseguida el sentido con el fue creada y nos asocia con
el momento “x” en el que nos impactó, nos impresionó, nos motivó.
Cuando uno hace una parodia de una canción conocida y la mete como canto dentro de la celebración (Misa) el
pueblo se va a desconectar de esa celebración y se va a “transportar” a aquella fiesta, aquel funeral, a todas
esas oras cosas donde esta canción los impactó.
Si tu misión como músico en la liturgia es favorecer el encuentro con el Señor…las parodias estorban en una
celebración y hay que arrancarlas de la liturgia.
2. Concierto, nunca en las celebraciones
¡La función de un músico en la liturgia es hacer que el pueblo cante!
Acompañar el momento celebrativo que se está viviendo y practicar el mandamiento de “no estorbarás” a tus
hermanos reunidos, mucho menos acallar sus voces o impedir que canten contigo.
La liturgia no acepta “estrellitas” que se sientan artistas de primera categoría y grandes maestros de la música.
No, porque no es lugar para lucimientos personales, para acaparar la atención de los asistentes o para sentirse
un ser de otra galaxia que nos hace un favor al cantar “para” nosotros.
Claro, hay momentos en los que la participación musical permite que los grupos, coros o instrumentistas hagan
uso particular de su talento. Sin embargo, esto no puede ni debe suceder siempre. Lo que si debemos procurar
por todos loe medios es que el pueblo cante lo que le toca y no deje de cantar sólo porque algún coro mal
informado se “adueñe” de esos momentos.
Lo que pasa con mayor frecuencia, casi el 100% de los casos, es que los músicos no cumplen con la misión que
les toca desempeñar en Misa. ¡No ensayan con el pueblo!
Ensaya con el pueblo 10 ó 15 minutos antes de que inicie la Eucaristía.
Toma el micrófono y ¡enséñales! Ensaya con ellos, que ellos quieren ensayar contigo. Comienza con los que ya
están allí reunidos, con los que llegaron temprano, con los que te quieran hacer caso, con los que te ponga
atención.
No hagas lo malo que muchos hacen sólo porque “les da pena”: llegan tarde, no tienen ganas de cantar, les da
miedo, no quiere que otros canten, cambian cada ocho días el esquema e inventan no sé que tantas cosas y
tantas cosas hasta conseguir que esta participación que al pueblo le toca vivir ¡enmudezca!
3. ¡Improvisaciones, nunca más!
No debemos dejar todo para última hora, el Señor nos da todo a cada instante y cada día. Él nos los está
dando todo en la Eucaristía y nosotros solamente al cantar, le damos lo que nos sobra. Si nos sobra un poco de
tiempo en la reunión del sábado…pues ensayamos. Si nos sobra algo de talento musical…pues componemos. Si
nos sobra algo de entusiasmo para preparar los esquemas de cantos…pues compartimos. Si nos sobra algo de
la vida para ponerla en las manos de Dios…pues ahí nos vamos.
Cuando un coro se presenta a celebrar con sus hermanos en la fe que dice tener, ya se ha preparado, ya ha
ensayado, ya ha estudiado la celebración en la que va a participar, ya está en comunicación con el sacerdote y
el resto de los ministros del equipo de liturgia; cuando ya han afinado sus instrumentos, tienen correctamente
colocados a sus integrantes y afinados sus instrumentos; todos tienen el esquema de los cantos a la vista,
están en sus espacio lo cuidan y lo respetan…¡eso va a sonar bien! O por lo menos va a sonar “diferente”.
Comenzarán a tiempo, terminarán a tiempo, cantarán donde deben y guardarán silencio donde la liturgia lo
exija. Estarán en comunión y no serán un mero adorno.
4. Cantos de Evangelización, nunca.
Muchos cantos que existen en la Iglesia no son creados para la liturgia. Es decir, son cantos inspirados en Dios,
en la vida, en la muerte, en virtudes y sentimientos bellos y nobles como el amor, el perdón, la amistad, el
cariño, la ternura; pero no responden, por muy hermosos que sean, a las normas y los momentos litúrgicos
exigen.
Lo ideal es que los cantos compuestos para los momentos de evangelización no sean llevados a los momentos
propiamente litúrgicos. Que no se canten ahí, a menos que, una vez analizados litúrgicamente, se consideren
apropiados para algún momento y respondan a la necesidad de la comunidad celebrante.
Estas canciones para la evangelización tienen un objetivo muy particular: sirven para animar la fe, para
contagiarla, para anunciarla, para estimularla, para alegrarte con ella, para compartirla... Los cantos e himnos
litúrgicos tienen otro fin mucho más profundo y espiritual: son ¡para celebrar la fe!
Ellos quieren ponerte en la presencia de Dios, en contacto íntimo con Él. Te ayudan a soltar desde lo más
profundo de ti tu propio canto, como dicen por ahí: “te elevan” y elevan hacia a Dios lo mas hermosos de ti
mismo.
Los dos tipos de canto son bellos ¡claro! Sin embargo dale a cada uno su lugar y su espacio y podrás
comprobar que el sabor de cada uno de ello será más dulce e inconfundible.
5. Nunca participes sin unción.
No se puede ser incongruente entre lo que están diciendo y lo que están haciendo y viviendo.
Que dolor escucharlos cantar tan fríos, tan apáticos…
Cantan juntos como hermanos, miembros de una iglesia…y la verdad es que viven solos: ni juntos, ni
hermanos, sólo como miembros de su coro, miembros de sus intereses personales en ese coro –porque ahí
está el chavo o la chava “que me late”-, miembros de su propio círculo y eso de hacer iglesia….como que no les
va.
Cantan Cristo está conmigo junto a mí va el Señor…y no se les nota para nada. Odian más que nunca, se tejen
los chismes más sabrosos dentro del grupo. Pierden la paz y no comparten…no se abren…por el contrario,
parece que se vuelven enemigos de otros coros que, como ellos, cantan también lo mismo.
Cantan Toma mis manos, te pido. Toma mis labios, te amo…Entre tus manos está mi vida Señor…En la arena
he dejado mi barca, junto a ti buscaré otro mar…y al que nunca comulgan –porque están cantando demás- es
a ese mismo Señor al que se declaran públicamente entregados. ¡Los del coro no comulgan!...sólo nos
acompañan.
No cantes por cantar…te comprometes. No vivas por vivir…es muy triste. No hables por hablar…puede ser que
nadie te crea. No te “eleves” más de lo que eres…te puede doler mucho la caída… mejor sirve, es tan sencillo…
cíñete una toalla a la cintura y sirve.
Y sirves para alabar, para hacer que tu comunidad alabe a Dios…déjate tocar por Él mismo. Que por tu boca
salga su voz, que por tus ojos mire el Espíritu, que por tu canto sean tocadas muchas almas. No cantes jamás
sin Dios en una celebración de fe.
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